Durante el renacimiento italiano despertó un tremendo interés por investigar todo aquello que la iglesia había mantenido oculto durante siglos. Artistas y pensadores de distintas disciplinas cuestionaron las ideas del clero y retaron sus dogmas. Este hecho generó un fuerte renacimiento ideológico y un alumbramiento tras la oscuridad de la Edad Media. Durante esta época, distintas personas se embarcaron en una búsqueda exhaustiva, con la intención de develar aquello que yacía detrás de dichas prohibiciones y traerlo a la luz. En esta ocasión centraremos nuestro estudio en Michelangelo Merissi da Caravaggio.

 

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Tiziano, Venus de Urbino, óleo sobre tela, 165 × 119 cm, 1538. Galería Uffizi, Florencia, Italia.

El tenebrismo

El Tenebrismo, uno de los movimientos artísticos posteriores al renacimiento, estuvo profundamente influenciado por los cambios que el renacimiento produjo. La "nueva luz" que este movimiento echó sobre distintos temas de forma simbólica, se convirtió en luz verdadera en el tenebrismo. Artistas como Caravaggio, representaron fuertes haces de luz incidiendo sobre los cuerpos de sus lienzos.

Esta luz no sólo sacaba los cuerpos de una profunda obscuridad, sino que mostraba características que bajo una luz más tenue quizá pasarían desapercibidas. El tenebrismo usó la luz renacentista del conocimiento para develar los aspectos humanos que más rechazaba la iglesia durante la Edad Media. Con su estilo pictórico marcaría profundamente el arte de todos los siglos posteriores, en especial la pintura que se hizo desde el barroco y hasta el siglo XIX.

 

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José de Ribera, Juicio de Salomón, 1609-1610. Galería Borghese, Roma. Este óleo, anteriormente atribuido por Roberto Longhi a un presunto «Maestro del Juicio de Salomón» no identificado, se ha descubierto ser el primer cuadro documentado de José de Ribera, cuando trabajaba en Roma con alrededor de dieciocho o diecinueve años.

 

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Michelangelo Merissi da Caravaggio, Juan Bautista, 173 × 133 cm, 1604. Museo de arte Nelson-Atkins, Kansas.

 

El oficio de pintor

Desde la Edad Media y hasta el siglo XIX, el pintor debía ser un experto en todo aquello relacionado con la pintura. Esto implicaba conocer las técnicas y los procedimientos pictóricos, pero también los símbolos y significados de las imágenes. Durante el medioevo, muchas escenas religiosas ,debían ser pintadas con ciertos colores específicos con un simbolismo determinado. En otros momentos hubieron colores reservados para puestos exclusivos del clero o la aristocracia. Había gestos de manos con significados dados, animales, figuras, objetos, etcétera. Por lo tanto, un pintor debía ser un experto de la hermenéutica de la pintura, además de serlo de los materiales.

Es por eso que muchas decisiones técnicas o estéticas que vemos en la pintura de aquellos periodos no son sólo decisiones ópticas. En la obra de muchos pintores, toda decisión formal -que comprende aspectos de color, composición, trazo, material, etc.- es también una decisión discursiva.

Grandes pintores del Barroco fueron famosos por su amplia cultura. De entre dichos pintores, quizá el más famoso fue Rubens, quien poseía un amplio conocimiento mitológico y hermenéutico. Puesto que aun existían muchos tabúes en la época, ciertos temas eran representados sólo a partir del símbolo y la sugerencia. El artista debía ser capaz de transmitir y conmover sin escandalizar al público. Por supuesto, para algunos artistas escandalizar era justo lo que les interesaba. Caravaggio hizo uso del símbolo, el color y la composición para enfatizar el mensaje de sus obras.

 

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Caravaggio, Canasta de Fruta, óleo sobre tela, 46 × 64 cm, h. 1595–1596. Pinacoteca Ambrosiana, Milano.

 

El realismo de Caravaggio

El talento de Caravaggio para representar fielmente sus modelos no fue empleado con la única intención de satisfacer necesidades estéticas. Al igual que en la obra de tantos otros posteriores a él, el "realismo" -o la precisión figurativa- la utilizó para denotar que la realidad no sólo es bella. Distintos pintores han hecho uso de la precisa figuración para ejercer una mirada objetiva sobre el mundo. En muchos casos, esta mirada más que objetiva se vuelve profundamente crítica.

El cuadro anterior, La canasta de fruta, fue famoso en su época por parecer "más real que la realidad misma". Esto lo convirtió en uno de los trampantojos más famosos de todos los tiempos. Sin embargo, si lo analizamos con detenimiento veremos un realismo que va más allá de la representación fiel de las formas. Caravaggio nos muestra en esta obra un frutero perfectamente trabajado, el cual está compuesto por frutas en estado de descomposición. De esta forma Caravaggio subvertía la perfección de una pintura con una metáfora simbólica. Esta estrategia, que utilizó en más de un cuadro, fue evolucionando con el tiempo. Podemos encontrarla también en cuadros como El Baco enfermo. La crítica que Caravaggio hacía de la cultura de su época a través de sus cuadros se volvió con el tiempo más sutil o más dramática, y cada vez vez más profunda e influyente.

 

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Caravaggio, Baco enfermo, óleo sobre tela, 66 × 52 cm, 1593.

 

La subversión de Caravaggio

Caravaggio, quien fue una figura prominente desde joven, tenía un interés particular por el lado humano oculto que tanto desdeñaba la iglesia. Desde joven buscaba exaltar la realidad para generar reacciones en la gente. Como antes vimos, en un principio lo hizo con la intención de escandalizar, pero con el tiempo sus intereses e intenciones fueron evolucionando. Aún así, jamas perdió su característica rebeldía subversiva, que, no obstante, no siempre fue tan obvia.

 

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Caravaggio, La decapitación de San Juan Bautista, óleo sobre tela, 370 × 520 cm, 1608.

 

Posteriormente, este pintor italiano retomaría la misma estrategia usada en La canasta de fruta o en El Baco enfermo y la aplicaría a la pintura de santos. En algunos de forma sumamente dramática como en La decapitación de San Juan. En otros de forma más sutil, como en San Jerónimo penitente.

Caravaggio humaniza a los santos como nunca antes se había hecho en la historia de la pintura. No los retrata como seres puros, libres de los problemas de la carne, arquetipos ideales de la raza humana. Por el contrario, los muestra decrépitos, arrugados, llenos de pasiones, con defectos, miedos y sufrimientos; no limitándose así a mostrar su divinidad, exhibiendo más bien su profunda humanidad. De esta forma, Caravaggio continúa la tarea comenzada por los renacentistas, más no lo hace con el mismo espíritu que sus antecesores. Lo que salía en este caso de las tinieblas a la luz no era sólo el conocimiento renacentista, sino todo aquello que la iglesia había ocultado respecto a sí misma y sobre las pasiones humanas.

 

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Caravaggio, San Jerónimo penitente, óleo sobre tela, 140.5 cm × 101.5 cm, h. 1605.

Influencia del Tenebrismo en la pintura

Por supuesto, si bien Caravaggio es el artista más conocido del Tenebrismo, no fue él el único en utilizar dicho estilo pictórico. De igual manera no sería el único partícipe del espíritu que acompañó esta época. Lo que es más, el Tenebrismo tuvo gran influencia en movimientos posteriores, siendo la semilla más influyente en dar lugar a unos de los movimientos más relevantes en la historia del arte. Ya hemos mencionado que es posible encontrar sus reverberaciones desde el Barroco hasta el impresionismo. Obras como las de Rembrandt habrían sido imposibles de no haber sido por el interés por la luz que introdujo el Tenebrismo en la pintura, lo que explica con facilidad la relevancia de este movimiento en la historia de la pintura como la conocemos hoy.

 

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José de Ribera, El martirio de San Andrés, óleo sobre tela, 206 x 178 cm, 1628.

 

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Adam Coster (h. 1586 - 1643), Mujer joven sosteniendo una rueca ante una vela prendida, óleo sobre tela, 134 x 94.9 cm.

 

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