Una enorme diferencia entre los pintores del barroco o previos y muchos pintores actuales es que los antiguos maestros de la pintura conocían mucho sobre lo que me gusta llamar “la química del color”; o sea, las cualidades materiales y visuales de sus pigmentos y pinturas. Este conocimiento lo debían a que antes del siglo XVIII las pinturas se hacían en el taller del artista. No había fábricas ni tiendas de pintura fuera del taller del artista a las que se pudiera ir a comprar pinturas preparadas. En todo caso el taller del artista era la fábrica de pintura.
La pintura se compone de dos elementos, uno es el vehículo y el otro el pigmento. El vehículo es aquello que une entre si las partículas de pigmento y les permite adherirse sobre un soporte. El aceite, por ejemplo, es el vehículo de la pintura al óleo, la goma arábiga es el vehículo de la acuarela, etc. El pigmento, por otro lado, es aquello que da color a la pintura, sin embargo, el color es tan solo uno de los aspectos del pigmento.
Un pigmento, aparte de tener cualidades cromáticas, también tiene cualidades como material. Entre ellas encontramos resistencia a la luz, resistencia al pH, transparencia, capacidad de tinción, grosor de partícula, origen orgánico o mineral, inclusive podríamos hablar de sus cualidades históricas, los usos que se les han dado a pigmentos específicos en la obra de pintores de diversas épocas.
