Henri de Toulouse-Lautrec es uno de los pintores postimpresionistas más famosos y reverenciados de su época. Si bien en vida no obtuvo reconocimiento, el tiempo ha sabido reivindicar su gran talento. Su estilo de pintura es espontáneo, vertiginoso, seguro de sí mismo y preciso a la vez que imprudente. Pese a lo despreocupado de su carácter, su gran dominio del dibujo y la pintura nunca se vio limitado por su forma de ser. De hecho acomodó su técnica, si bien sencilla, acorde a las necesidades de su carácter y a los intereses que quería plasmar en su obra.

Lautrec, como muchos de su época, tenía conocimientos de técnicas y procedimientos clásicos. Como veremos más adelante, a pesar de ser uno de los pintores vanguardistas más radicales de su momento, supo retomar y adaptar muchos de los procesos clásicos que conocía. Los deconstruyó y, partiendo del resultado, produjo su sistema de trabajo.

En esta publicación hablaremos un poco de su historia, sus circunstancias e intereses y cómo éstos se tradujeron a su pintura en cuanto a decisiones técnicas, procesos y estilo.

Lautrec

Henri de Toulouse-Lautrec, Femme rousse nue accroupie (Pelirroja desnuda arrodillada), óleo sobre cartón, 46.36 × 60.01 cm, 1897. San Diego Museum of Art.

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Henri de Toulouse-Lautrec, Retrato de Misia Natanson, óleo sobre cartón, 53 x 40 cm, 1897.

La historia temprana de Toulouse-Lautrec

Toulouse-Lautrec nació el 24 de noviembre 1864 al sudoeste de Francia, dentro de la familia de los condes descendientes del Imperio de Toulouse. La historia de su familia es de hecho bastante interesante, pues se remonta al imperio de Carlo Magno, aunque sus antepasados se retiraron de la gran política desde el siglo VIII. Claro que, pese a haberse retirado, continuaron siendo una de las familias feudales más influyentes del sur de Francia por muchos siglos.

Lautrec fue un niño enfermizo, de huesos frágiles. Desde pequeño desarrolló una enfermedad que hoy en día llega a denominarse "síndrome Toulouse-Lautrec", la cual en su caso era congénita. Se dice que su enfermedad se debía a que en su familia, al igual que en la de muchos nobles, era común casarse con sus mismos parientes. Dicha enfermedad hizo que durante su infancia Lautrec pasara mucho tiempo en cama, lo que le hizo empezar a pintar desde pequeño, en lugar de salir a jugar en la intemperie.

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Toulouse-Lautrec, Un ouvrier à Céleyran (Un trabajador en Celeyrán), óleo sobre tela, 1882.

El inicio de sus estudios como pintor

Sus primeras clases de pintura las tomó tras terminar el bachillerato. Dichas clases eran impartidas por León Bonnat, su primer profesor quien, sin embargo, cerró su estudio en 1882. A raíz de esto, Lautrec ingresó al estudio de Fernand Cormon, que tenía la gran ventaja de estar situado en el corazón de Montmartre, el barrio de los artistas emergentes y de vanguardia. Por ahí se paseaban Manet, Baudelaire y sus secuaces. Fue ahí en donde Lautrec trabó amistad con distintos pintores que compartían sus intereses y su forma poco común de ser.

En 1883 Lautrec abandonó el estudio de Cormon, yéndose a vivir con el pintor Henry Grenier. En este estudio trabajaba Degas, a quien Lautrec admiraba profundamente. En dicho período, además de conocer a Degas, Lautrec conocería también la pintura de Manet, quien es considerado el padre de la pintura de vanguardia de la época.

Los artistas de la generación de Lautrec buscaban una nueva meta, algo diferente a aquello conseguido por los artistas del pasado. Las circunstancias de vida en la ciudad y la vida bohemia de los artistas de la misma transformarían a Lautrec de un noble campesino a un artista bohemio con una vida desenfrenada.

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Toulouse-Lautrec, Amazone (Amazona o Montura de lado), óleo sobre gouache sobre cartón, 55.5 × 42.5 cm, 1899.

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Toulouse-Lautrec, La toilette (El baño), óleo sobre cartón, 67 cm × 54 cm, 1896.

La iniciación de Lautrec en los cabarets

Grenier y su esposa fueron los primeros en llevar a Lautrec a los cabarets que había por todos lados en la zona del taller. Lautrec se hizo asiduo cliente del Moulin Rouge, el Gato Negro y el Moulin de la Galette, así como del Élysée Montmartre. Durante la época había muchísima prostitución en Francia. Se dice que en cierta forma había sido permitida e incluso promovida por Napoleón III como una especie de paliativo para mantener a la gente tranquila. Había mucha pobreza y distintos conflictos sociales que el gobierno prefería cubrir, o desviar la atención de los mismos, para aplicar sus recursos en otras necesidades.

En los cabarets Lautrec comenzó realmente a formarse como artista, puesto que la pintura clásica ya no le satisfacía. Le fascinaban los actores, las bailarinas, las luces y la vida moderna, principalmente del mundo nocturno. Le gustaban los tumultos, los lugares pequeños, la iluminación artificial, el humo y las nuevas ropas.

Su pintura comenzó a transformarse a partir de sus experiencias dentro de los cabarets. Sus trazos de pincel cada vez más ágiles y vertiginosos acercaban cada vez más su pintura a las personas que retrataba. Su pincel le permitía experimentar aquello que su cuerpo le impedía: el baile, el movimiento y la exploración del erotismo más allá de sus complejos físicos. Su técnica fue desarrollada a la vez con el fin de poder representar esta vida con una apropiada vertiginosidad y espontaneidad.

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Toulouse Lautrec, El inglés (William Tom Warrener, 1861–1934) en el Moulin Rouge, óleo sobre cartón, 85.7 x 66 cm, 1892.

La forma de pintar de Toulouse-Lautrec

La forma de pintar de Lautrec se vio fuertemente influencia por Degas y aunque siempre usó materiales distintos a él, conserva cierta reminiscencia con la forma en que Degas aplicaba el color y el material.

La técnica de Degas era una técnica de acuarela y pastel, ambos materiales que fueron inventados como hoy los conocemos a mediados del siglo XVIII (en esta publicación profundizo en la historia de la acuarela). Sin embargo, dicha técnica conjunta de acuarela y pastel comenzaría a tomar gran fuerza en el primer tercio del siglo XIX y solía combinar las dos técnicas por distintas razones. En primer lugar, el pastel es una técnica porosa, que permite que se vea el fondo sobre el cual fue trabajada. Por esta razón, la acuarela es un medio ideal para acompañarle, ya que con ella se puede entonar el papel por zonas y aprovechar dicha circunstancia en la apariencia final de la obra. A grandes rasgos, esto era lo que hacía Degas y fue un elemento que Lautrec trasladó a su propia manera de trabajar.

La forma en que Lautrec deconstruía la imagen, incluso en técnica de óleo, aprovecha que también permite ver el fondo. Si bien este recurso también lo encontramos en la pintura de otros impresionistas como Monet, en Lautrec remite considerablemente a la pintura de pastel y, en ocasiones, incluso hace uso del mismo. A Lautrec, al igual que a otros impresionistas, no le interesaba la perfección lisa de la academia. Su trabajo era más una especie de dibujo y pintura conjunta que acentuaba el uso del gesto y la línea como herramienta discursiva.

La pintura de Lautrec no es estática sino que siempre tiene movimiento, estando llena de ritmo, baile y música. A su vez, está profundamente interesada en la atmósfera, el color y las luces. Para lograr dicha combinación de intereses, entre lo gestual y lo atmosférico, Lautrec tuvo que desarrollar una técnica de trabajo propia y única, completamente característica de él.

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Edgar Degas, Bailarina ajustando su zapatilla.

El proceso de trabajo de Toulouse-Lautrec

Toulouse-Lautrec construye sus pinturas de abajo hacia arriba, con lo que quiero decir que considera cuidadosamente qué material va a ir encima de cual otro para lograr el efecto y colorido que desea.

Lo primero que hacía era dibujo de contorno de manera precisa y espontánea para determinar la composición básica de aquello que iba a pintar. Posteriormente metía cargas, que son una suerte de imprimaturas localizadas con blanco y caolín, carbonato u otro polvo absorbente e incoloro con el cual se puede dar solidez al impasto. Con estas últimas definía lo que le interesaba y aquello a lo que quería llamar más la atención, para restarle importancia a todo lo demás.

Estas mini imprimaturas localizadas tenían dos funciones en su obra. Por un lado, las colocaba en los sitios en los que habría luces altas o elementos iluminados que quisiera destacar, como caras u objetos brillantes. Por otra parte, las utilizaba también para generar con materia, y de forma más escultórica, la sensación de distancia o proximidad. Para esto colocaba impastos más densos de carga en cosas que quisiera generar la sensación de que estaban físicamente más cerca, mientras que colocaba impastos más ligeros en cosas que debían percibirse como más lejanas. El paso siguiente era cubrir estos semi impastos con semitransparencias.

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Toulouse-Lautrec, Lucien Guitry y Granne Granier, 1895.

La forma de trabajar de Lautrec empleaba sus medios con distintas densidades de forma siempre muy controlada. A veces hacía veladuras delgadas, casi completamente transparentes. Otras veces hacía veladuras más gruesas, hasta el punto de volverlas casi impastadas, pero aún manteniendo su transparencia. Al analizar su trabajo de cerca es muy interesante ver cómo lograba tanta precisión de forma espontánea e inmediata. Logrando controlar en su paleta el grosor y color de sus materiales, adquirió la posibilidad de dejarlos sobre el lienzo con un solo trazo, manteniendo la mayor espontaneidad posible y sin la necesidad de retrabajar sus piezas volviéndolas "duras".

Mantener controlados los materiales de pintura de forma precisa permite que los trazos retengan la forma del cómo se les colocó sobre el lienzo desde el principio, sin la necesidad de volver a retocarlos. Esta actitud de no retrabajar, si bien despreocupada, remite en cierto sentido al pensamiento de distintos pintores orientales, en donde tanto la precisión como la espontaneidad son reverenciadas, promoviendo una forma de trabajar sin corregir errores.

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Toulouse-Lautrec, Maxime Dethomas, óleo sobre cartón, 67.5 × 51 cm, 1896. National Gallery of Art, Washington D.C.

Lautrec y su relación con el arte en oriente

Al igual que la de muchos otros pintores impresionistas, la obra de Lautrec necesitó varias décadas para adquirir el reconocimiento que ella merece. Se sabe que tras la muerte del pintor su madre intentó donar muchas de sus obras al estado para que fueran expuestas, mas la obra fue rechazada. Lo mismo ocurrió con la obra de otros impresionistas, hasta que hubieron pasado varios años desde el primer momento en que fueran ofrecidas.

La obra de Lautrec realmente adquirió reconocimiento hasta el siglo XX y, al igual que en el caso de Van Gogh, serían los apasionados del arte en oriente quienes harían que los ojos del propio país de origen del artista revaloraran la obra del mismo. Varios impresionistas tuvieron fuerte influencia del arte oriental, de los cuales se conoce más el caso de Monet y Van Gogh. Sin embargo, también podemos encontrar cualidades cercanas a aquellas del arte oriental en la obra de Lautrec.

La pintura oriental ha colocado fuerte énfasis en el gesto y la expresión del movimiento a través de la pintura por miles de años. Sin duda, dicho aspecto es a su vez una de las características más significativas de la obra de Lautrec. Por supuesto, en su obra no sólo encontramos movimiento expresado mediante el trazo, puesto que a su vez es una obra profundamente emocional, al igual que el arte oriental. La línea y el dibujo en la misma se emplean para transmitir emociones muy íntimas y sensaciones sutiles, al igual que dinámicas.

Si analizamos la filosofía taoísta y su vínculo con las artes, encontraremos textos y personas que, al igual que Lautrec, usaron la gestualidad y la pintura como un medio de liberación no sólo del cuerpo, sino también de la mente y del espíritu a través del mismo. Si bien el cuerpo de Lautrec lo confinaba a la quietud, su pintura le permitió una libertad que, si nos ponemos a pensar, en realidad pocos logramos.

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Toulouse-Lautrec, La payasa Cha-U-Kao en el Moulin Rouge, óleo sobre cartón, 64 x 49 cm, 1895.

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Fotografía de Toulouse Lautrec usando ropa japonesa