La pintura y las artes en México experimentaron un período de esplendor sin igual durante la época de la Escuela Mexicana de Pintura. Sin embargo, este florecimiento artístico se vio abruptamente interrumpido por la influencia de Estados Unidos y su aversión hacia la pintura figurativa. Bajo el pretexto de promover la libertad artística, se desató una guerra frontal contra la pintura figurativa en múltiples frentes, incluido México. 

Esta campaña tomó forma en una serie de medidas que limitaban el acceso a recursos, apoyo institucional y espacios de exhibición para los nuevos artistas, privándolos de las herramientas necesarias para defender sus visiones artísticas. De esta manera, la influencia externa y la imposición de un paradigma artístico extranjero socavaron el florecimiento de la Escuela Mexicana de Pintura y eclipsaron temporalmente la rica tradición artística de México.

El movimiento de Ruptura en México fue un fenómeno artístico que surgió en un contexto de profundos cambios socioeconómicos y políticos a mediados del siglo XX. Este movimiento se desarrolló en un momento en que México experimentaba una consolidación ideológica del capitalismo, un giro político hacia la derecha en las elites gubernamentales y la expansión del comercio, entre otros cambios significativos.

El surgimiento del movimiento de Ruptura coincidió con una crítica creciente hacia los muralistas mexicanos, quienes hasta entonces habían dominado el panorama artístico del país. Los cambios artísticos se concentraron principalmente en la pintura y en la Ciudad de México, donde se llevaron a cabo eventos altamente polémicos que marcaron el inicio de una nueva etapa en la historia del arte mexicano.

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García Ponce trabajando en su estudio. Foto: Rogelio Cuéllar

Hitos importantes de la ruptura

Dos eventos emblemáticos que reflejaron la confrontación entre los diferentes proyectos artísticos en disputa fueron el concurso de pintura del Salón ESSO en 1965 y la exposición Confrontación 66 en 1966. En estos eventos, se enfrentaron abiertamente dos corrientes artísticas: la "Escuela Mexicana de Pintura" y la "Ruptura".

El Salón ESSO, organizado por la multinacional ESSO Mexicana, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), fue un evento que generó fuertes controversias. En este concurso, se premió a artistas de la llamada Ruptura, como Lilia Carrillo y Fernando García Ponce. La inauguración del evento estuvo marcada por protestas y enfrentamientos entre los asistentes, reflejando las tensiones políticas y artísticas del momento.

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Lilia Carrillo. Abstracto. 1960

Por otro lado, la exposición Confrontación 66, convocada por el INBA, también fue escenario de disputas y críticas. A pesar de su supuesta neutralidad, la exposición excluyó a muchos artistas y generó controversia debido a su selección limitada y a la exclusión de artistas considerados como representantes de la Escuela Mexicana de Pintura. La exposición se llevó a cabo en el Palacio de Bellas Artes, considerado hasta entonces como un bastión de la Escuela Mexicana.

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Luis Nishizawa. Tejedoras de Ticul. 1950. Óleo sobre lienzo. Nishizawa fue un pintor muy activo durante el movimiento de la Ruptura (al que no se adhirió) e incluso después que tal moviento perdió fuerza.

El Estado mexicano, que previamente había apoyado al muralismo, adoptó una posición oficialmente neutral frente a la disputa entre los dos movimientos artísticos. Sin embargo, su participación en eventos como el Salón ESSO reflejaba una cierta inclinación hacia el proyecto de la Ruptura, alineándose con las orientaciones políticas de la OEA y las empresas extranjeras que promovían este tipo de exposiciones durante la Guerra Fría.

El movimiento de Ruptura se caracterizaba por el individualismo de sus integrantes y su rechazo a las corrientes artísticas dominantes. A diferencia de la Escuela Mexicana, que se identificaba con un nacionalismo revolucionario, los artistas de la Ruptura buscaban diferenciarse y explorar nuevas formas de expresión sin compromisos políticos o ideológicos aparentes.

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José Luis Cuevas, 1971. Foto: http://www.joseluiscuevas.com.mx/inicio.html

La ideología de la ruptura

Aunque el movimiento de Ruptura no contaba con un manifiesto formal, sus ideales y principios se expresaban a través de diversos medios, como periódicos y publicaciones. Uno de los ejemplos más destacados fue la carta conocida como "La cortina del nopal", publicada en México en la cultura y atribuida a José Luis Cuevas. Esta carta, redactada por José Gómez Sicre, reflejaba las aspiraciones estéticas y políticas del movimiento de Ruptura en un contexto de Guerra Fría y lucha ideológica.

La posición plástica de los pintores de la Ruptura no escapaba a la dimensión política, ya que su individualismo y esteticismo reflejaban las cosmovisiones de las clases dominantes en ese momento. Su producción plástica se inscribía en un contexto de abandono de las nociones sociales y políticas de la Revolución Mexicana, favoreciendo un arte propenso a la abstracción y desprovisto de contenido ideológico o matérico.

El movimiento de Ruptura en México y movimientos similares en todo el mundo fueron impulsados en gran medida por consideraciones políticas y el temor al comunismo durante la Guerra Fría. Estos movimientos abogaban por la libertad artística y la innovación en contra de las tradiciones establecidas, incluso si esas tradiciones no representaban necesariamente una restricción tangible. 

La creciente influencia de la política en el mundo del arte llevó a una reevaluación de las normas estéticas y a una búsqueda de nuevas formas de expresión que desafiaran las convenciones establecidas. En muchos casos, estos movimientos recibieron apoyo e impulso de agencias gubernamentales, como la CIA, que buscaban promover proyectos culturales que reflejaran los valores de libertad y democracia del libre mercado en contraposición a las ideologías comunistas. 

Esta influencia política no solo sirvió para desafiar las normas artísticas tradicionales, sino que también contribuyó a la creación de un clima de experimentación y cambio en el mundo del arte, donde los artistas se sintieron empoderados para explorar nuevas formas de expresión y desafiar las estructuras establecidas desechando el pasado, sin darse cuenta de que mucho de lo que se dejaba atrás era la esencia misma del oficio.

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Octavio Paz, poeta y ensayista mexicano. Fuente: Getty Images

La ruptura y el olvido de las técnicas de pintura históricas

El movimiento de Ruptura no solo representó una reacción contra las normas establecidas en el arte mexicano, sino que también propuso nuevas perspectivas y enfoques, como la mirada hacia figuras como Alfonso Reyes y Octavio Paz, junto con otros intelectuales que abogaban por la universalidad en lugar del nacionalismo. Esta orientación hacia la universalidad implicaba un interés en temas y preocupaciones humanas que trascendían las fronteras geográficas y culturales, buscando establecer un diálogo más amplio y profundo con la condición humana en su totalidad. 

En la realidad, para algunos artistas, esta actitud se interpretó como una rebeldía que justificaba el abandono de las técnicas tradicionales y el legado artístico del pasado. Esta tensión entre la búsqueda de la universalidad y la percepción de rebeldía y desapego hacia el pasado caracterizó la complejidad del movimiento de Ruptura y sus diversas interpretaciones dentro del panorama artístico mexicano.

La influencia del movimiento de Ruptura en el arte mexicano continúa generando desafíos para los artistas contemporáneos al tratar de definir su contexto actual. A medida que evoluciona el paisaje artístico, muchos artistas se enfrentan a la realidad de que ya no tienen las técnicas arraigadas de la escuela mexicana de pintura y previas para rechazarlas, ni el contexto de ruptura que justificaba esa negación. 

Esta situación plantea una paradoja: si bien el rechazo de las normas establecidas permitió una mayor libertad creativa en su momento, ahora se enfrentan a la dificultad de definir una identidad artística sin un punto de referencia claro. Además, se suma el hecho de que una generación completa de profesores y mentores tampoco están familiarizados con esas técnicas tradicionales, lo que dificulta aún más su transmisión a las nuevas generaciones. 

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La obra de Benjamín Domíngez es un ejemplo de cómo se pudo continuar con el legado técnico de la Escuela Mexicana de Pintura, estando fuera del movimiento de la Ruptura, realizando obras con contenido crítico sin formulas nacionalistas.

El impacto del movimiento de Ruptura no se limitó únicamente al ámbito artístico, sino que también se hizo sentir en las aulas de las instituciones educativas. En muchos casos, los rectores y directivos, como Fernando Gamboa, consideraron que ya no era relevante enfatizar la enseñanza de las formas tradicionales de pintura, dando prioridad a la exploración de nuevos medios de representación en un intento por generar un plan de estudios más globalizado que correspondiera con lo que se enseñaba de arte por el mundo.

Esta perspectiva marcó un cambio significativo en la forma en que se entendía la enseñanza del arte, enfatizando la experimentación y la expresión personal sobre la maestría técnica. Sin embargo, esta tendencia no fue universalmente aceptada, y en todo el mundo surgieron resistencias que abogaban por la preservación y el aprendizaje de las técnicas artísticas tradicionales. 

Resguardo y divulgación de las técnicas tradicionales de pintura

Un ejemplo notable de esta resistencia fue el taller de técnicas impartido por el Maestro Luis Nishizawa y sus alumnos, quienes recorrieron el país enseñando cómo realizar estas técnicas. Gracias a iniciativas como esta, las técnicas artísticas ancestrales lograron llegar hasta la actualidad, conservando así un invaluable legado para las generaciones futuras.

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El maestro Nishizawa impartiendo uno de sus diversos talleres de pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ahora FAD) de la UNAM

En contraste con la tendencia global de desplazar las técnicas tradicionales de pintura, también la Escuela de Leipzig en Alemania se mantuvo firme en su compromiso de enseñar la pintura figurativa y sus técnicas. Esta decisión no solo se debió a la arraigada tradición artística en la región, sino también a la alta aceptación social que los pintores figurativos tenían dentro de su comunidad. 

Incluso se comenta que una de las razones por las cuales la enseñanza de estas técnicas no fue cuestionada era el atractivo que los pintores ejercían sobre las mujeres de la comunidad, en comparación con los artistas de otros estilos. Esta peculiar dinámica social contribuyó a mantener viva la tradición de la pintura figurativa en la Escuela de Leipzig, preservando así un legado artístico que ha perdurado a lo largo del tiempo con artistas como Neo Rauch, Tilo Baumgärtel, Matthias Weischer, David Schnell y Aris Kalaizis.

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Neo Rauch. Vater. (padre). 2007 https://www.wikiart.org/en/neo-rauch/vater-2007

Pintores como Rufino Tamayo, Olga Costa y muchos alumnos de Luis Nishizawa optaron por mantenerse al margen de los problemas políticos de su época y centrarse en la expresión personal a través de sus obras. Esta decisión los distanció tanto de la ideología de la Escuela Mexicana de Pintura, con su fuerte carga política y social, como del movimiento de Ruptura, que buscaba romper con las tradiciones establecidas. 

En lugar de ello, se dedicaron a explorar su propia visión artística, desarrollando un estilo distintivo y original que los ha diferenciado dentro del panorama artístico mexicano a través de las técnicas. Aunque su trabajo no se alinee directamente con ninguna corriente específica, su contribución al arte mexicano es innegable, y su legado perdura como una expresión auténtica y personal en el vasto legado artístico del país.

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Rufino Tamayo. Two Dogs , 1941

La ruptura que experimentó la cultura artística en México, marcada por la influencia extranjera y la guerra frontal contra la pintura figurativa, tuvo consecuencias profundas y duraderas que continúan afectando el panorama cultural del país hasta la actualidad. Esta interrupción no solo truncó el florecimiento de la Escuela Mexicana de Pintura, sino que también generó problemas sistémicos que persisten en el ámbito formativo. La falta de acceso a recursos y apoyo institucional, así como la ausencia de una educación artística sólida y centrada en técnicas tradicionales, ha dejado a muchos artistas jóvenes sin las armas necesarias para desarrollar plenamente su potencial creativo. Puesto que las técnicas, materiales y procedimientos de pintura, son a quien pinta, lo que son las notas y el instrumento musical para quien toca música.

Esta carencia a nivel formativo ha creado una brecha en el conocimiento y la práctica artística, perpetuando una cultura en la que la innovación y la creatividad se ven obstaculizadas por la falta de una base técnica sólida. En última instancia, para revitalizar el panorama cultural y artístico, es crucial abordar estas carencias formativas y brindar a las generaciones futuras las oportunidades y el apoyo necesarios para explorar y expresarse plenamente a través del arte.