Los pigmentos grises ocupan un lugar significativo en la arquitectura cromática de la pintura. Su capacidad de modular el valor tonal, sin desbordar la saturación, convierte a estos matices en herramientas de control lumínico y refinamiento del color. A menudo se asocia el gris con la neutralidad, pero en el contexto artístico, cada pigmento gris puede mostrar tendencia cálida, fría o prácticamente neutra, con diferencias notables en la manera en que absorbe o refleja la luz.

Este texto aborda el empleo de los pigmentos grises desde una perspectiva técnica y química, incorporando aspectos de su historia de uso, de su compatibilidad con aglutinantes, y del papel que desempeñan en la construcción de escenas con valores matizados. No se trata solo de mezclar blanco y negro, pues la variedad de pigmentos grises abarca combinaciones de óxidos inorgánicos, mezclas de colorantes orgánicos y productos industriales que buscan reproducir un gris equilibrado y estable.

Pigmentos grises
Pierre-Auguste Renoir
Self-Portrait, ca. 1875

El pintor que manipula con cuidado los pigmentos grises, puede graduar la temperatura cromática y el contraste de una obra, sin caer en saturaciones que opaquen el resto de la paleta.

El lugar de los pigmentos grises en la paleta pictórica

Los pigmentos grises permiten un control sofisticado de la escala tonal. Su presencia no se limita a representar la ausencia de color o el ambiente nublado; en realidad, cumplen con la función de atenuar la saturación en mezclas sin destruir la complejidad de los matices. Al aplicarlos sobre una base más o menos clara, se corrige la excesiva brillantez o la invasión de colores primarios, equilibrando la composición.

Este principio se advierte cuando se requiere una atmósfera nebulosa o una escena de interior con baja iluminación: en lugar de oscurecer con negro, muchos talleres proponen la integración de pigmentos grises para establecer transiciones fluidas hacia la penumbra.

La aportación de un gris de tendencia cálida o fría influye también en la vivacidad de las sombras o los reflejos. Un gris con cierto matiz azulado realza contrastes con tonos naranjas o amarillos, mientras uno cercano a la calidez roja puede suavizar un extremo saturado de verdes o azules.

El artista que domina la paleta comprende que la neutralidad aparente del gris es un recurso de sutil resonancia cromática, capaz de modificar la atmósfera total de la obra. Desde un planteamiento lumínico, los pigmentos grises equilibran la luz y previenen la monotonía de la saturación, evitando la dureza que puede brotar del uso del blanco y negro como única vía de aclarado y oscurecimiento.

Huellas históricas: de la grisalla a la modernidad

La técnica de la grisalla, utilizada desde el siglo XV, demuestra la relevancia de los pigmentos grises en la representación monocromática. Este procedimiento buscaba simular relieves escultóricos o preparar un boceto que, por sus valores tonales bien establecidos, sirviera de base para posteriores veladuras. En retablos de estilo flamenco, la grisalla no se limitaba a un simple “blanco y negro,” sino que podía incorporar pequeñas proporciones de tierras para calentar o enfriar el gris, logrando mayor naturalidad en los degradados.

A lo largo de los siglos, el manejo de pigmentos grises se convirtió en parte esencial de la enseñanza académica de la pintura. Los ejercicios de claroscuro con escalas de gris precedían la incorporación de los colores, buscando que el futuro artista entendiera la importancia de los valores lumínicos antes de sumergirse en la dimensión cromática. El desarrollo industrial de pigmentos en el siglo XIX propició la aparición de grises premezclados de uso comercial, de carácter estable y con diversos matices fríos o cálidos, aptos para corrientes que valoraban la sobriedad o la atmósfera nublada de la representación de la vida moderna.

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Francisco de Goya
María Teresa de Borbón y Vallabriga, later Condesa de Chinchón, 1783

En la modernidad, el auge de la pintura abstracta y la preferencia por transiciones tonales suaves reforzó la necesidad de disponer de grises listos, evitando la dependencia sistemática de mezclar negro y blanco. Las marcas especializadas incluyeron en sus catálogos denominaciones como “Payne’s Grey,” “Davy’s Grey” o “Neutral Grey,” cada uno con composiciones diferentes que podían incluir azul prusiano o pigmentos sombra. En la vanguardia, dichas mezclas potenciaron la representación de escenas industriales, retratos de atmósfera melancólica o efectos minimalistas donde el gris se volvía protagonista.

La química del gris: estructuras, mezcla y proporción de pigmentos

La construcción de los pigmentos grises pueden seguir dos caminos. El primero consiste en la fusión de blanco y negro, ambos pigmentos con sus componentes independientes, que dan lugar a un resultado a menudo frío y algo opaco. El segundo engloba la confluencia de varios pigmentos: un azul y un naranja poco saturados, un rojo y un verde complementarios, o tierras y algo de blanco. Así se obtiene un gris más complejo, que conserva leves matices de temperatura. En catálogos modernos, estos grises se diferencian según la codificación del Color Index, subrayando la mezcla de bases inorgánicas y orgánicas.

Pigmentos grises 3
Alphonse Legros
Head of a Man with a Skullcap

El negro empleado, ya sea un óxido de hierro (PBk11), un negro de carbón (PBk7) o un óxido de cromo, puede determinar la calidez o frialdad del gris resultante. El blanco de titanio (PW6), con su alto índice de refracción, produce grises muy cubrientes, mientras el blanco de zinc (PW4) aporta un tinte más frío y una transparencia superior, generando resultados aptos para veladuras.

A estas fórmulas se suman pequeñas dosis de azules o sienas que enmascaran la linealidad del simple “blanco y negro,” intensificando la resonancia cromática del gris. Cuando el resultado busca una neutralidad casi perfecta, se equilibra la absorbancia de cada componente para que la porción reflectada del espectro no se desvíe a un subtono determinado.

El tamaño de partícula en los pigmentos grises influye en la homogeneidad de la mezcla y la facilidad de aplicación. Partículas gruesas pueden dejar un efecto algo arenoso o quebrar la continuidad de la pincelada en óleos densos, en tanto granulometrías finas se dispersan con fluidez en medios acrílicos, originando un color parejo. La densidad del pigmento final también repercute en la manera en que flota o se asienta en la resina, aspecto fundamental para la manipulación en técnicas de veladura y empaste.

En algunos laboratorios de materiales artísticos, se realizan mediciones espectrales para definir con mayor exactitud la neutralidad de los pigmentos grises, cuantificando su reflectancia en cada segmento del espectro visible. Esa metodología permite establecer la proporción exacta de cada componente y minimizar el sesgo hacia un matiz frío o cálido. Cuando la medición sugiere un leve exceso de azul o de rojo, se introduce una fracción muy pequeña de pigmento complementario para contrarrestar la desviación.

Este control meticuloso ayuda a obtener pigmentos grises “perfectamente neutros” en medios acrílicos, alquídicos o al óleo, lo que resulta atractivo para quienes trabajan en proyectos donde se exige uniformidad y repetibilidad cromática a gran escala, sin la variabilidad inherente a la mezcla manual de negro y blanco en el taller.

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John Constable
Cloud Study, ca. 1821

Nombres y composiciones: Payne’s Grey, Davy’s Grey y otros

Entre los pigmentos grises más difundidos en el ámbito comercial, Payne’s Grey sobresale por su sesgo azulado, fruto de la mezcla de negro carbón (PBk7) con un azul intenso (a menudo PB15:3, azul ftalocianina) y en ocasiones un matiz adicional para equilibrar la calidez. Este gris es apreciado en acuarela, donde su translucidez expresa sombras frías de nubes o perfiles de montañas. Davy’s Grey, en cambio, se vincula a una base de óxido de hierro y óxido de manganeso, con la adición de algo de blanco, logrando un gris verdoso de media opacidad que modera con eficacia los verdes saturados sin bloquear la vitalidad del color base.

Algunas marcas ofrecen “Neutral Grey” numerados (Neutral Grey 3, 5, 7, etc.), señalando el valor tonal en una escala del 1 al 10. Estas denominaciones orientan la selección de quienes quieren introducir un gris en la gama media o en la zona cercana al blanco o al negro, sin necesidad de mezclar manualmente. La formulación suele involucrar un blanco (PW6 o PW4) y un negro (PBk7) en proporción predeterminada, en ocasiones con un toque de pigmento complementario para evitar un subtono excesivamente frío. Otras variantes residen en mezclas con rojos o naranjas suaves, aportando calidez a la opacidad del gris sin anular su neutralidad.

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Ralph Albert Blakelock
Pool in the Adirondacks, ca. 1875-1878

Contraste y neutralidad: la contribución de los pigmentos grises en la mezcla

En la paleta, los pigmentos grises pueden asumir un rol modulador, enfriando o calentando el color con un efecto menos agresivo que el negro o el blanco. Cuando se añade un gris con un ligero tinte azulado a un naranja, surge un tono terroso muy equilibrado, apto para atmósferas de atardecer si el pintor decide intensificar la penumbra. Si la meta es restar fuerza a un rojo intenso sin llevarlo a la opacidad que conllevaría un blanco, un gris neutro (sin dominancia) puede matizar el croma y proveer una base para el modelado de los volúmenes.

El factor crucial es la transparencia u opacidad del gris. En la acuarela, un gris que contenga negro de carbón y pequeñas porciones de pigmentos orgánicos manifestará un grado más transparente, útil para lavados suaves de sombras en rocas o edificios. En el óleo, un gris con titanio y óxidos metálicos demuestra una opacidad superior, generando capas con alta capacidad de cubrir zonas subyacentes. Esta distinción se acentúa si el pintor busca efectos de veladura o empastes marcados, decidiendo sobre la granulometría y la absorción de cada gris ofertado en el mercado.

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J. Francis Murphy
Frosty Morn, 1906

Usos en distintas técnicas y contextos

Las aplicaciones de los pigmentos grises abarcan desde la capa base hasta las veladuras finales. En la pintura al óleo, su inserción en la fase de grisalla o en el dibujo subyacente allana la creación de valores que servirán de fundamento para la posterior introducción del color. Un pigmento gris de tono medio (por ejemplo, un 50% entre blanco y negro con un leve matiz azulado) habilita la valoración rápida de la luz sin renunciar a ciertos matices. El temple y la acuarela pueden servirse de un gris neutro para perfilar regiones con escasa iluminación, al tiempo que conservan la transparencia general del medio.

En la pintura acrílica, los pigmentos grises se utilizan para equilibrar composiciones saturadas o para generar fondos neutros de rápida ejecución. Con la velocidad de secado y la resistencia a la humedad, el acrílico mezclado con grises microlizados permite al artista manipular densidades sin sacrificar uniformidad. Estos fondos pueden verse en grandes murales urbanos, donde el gris prepara el muro y unifica el conjunto antes de la intervención de colores más vívidos. Con la adición de mediums acrílicos, se logra una capa continua que no varía su tono con el cambio de ángulo de la luz, a diferencia de los pigmentos metalizados o nacarados.

En las técnicas más ligadas a la tradición, como el fresco o el temple al huevo, la utilización de pigmentos grises aporta recursos adicionales para la construcción de valores y atmósferas. En el fresco, ciertos grises sirven para equilibrar la paleta contra la cal alcalina, evitando el uso excesivo de negros minerales que podrían reaccionar químicamente o ensuciar la luminosidad general.

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Pablo Picasso
Tasse et bananes, 1908

En el temple, la versatilidad de los grises provee bases neutras que permiten gradaciones lumínicas sin forzar la mezcla con grandes cantidades de blanco, manteniendo la integridad de la capa proteica. Así, estos tonos no solo producen claroscuro en los procedimientos históricos, sino que también facilitan el control de la escala de valores dentro de los cánones establecidos por la experiencia del taller tradicional.

Perspectiva histórica y análisis técnico en la restauración

La historia del uso de pigmentos grises se manifiesta en la técnica de la grisalla, muy popular en la pintura religiosa y en ciertos paneles decorativos de los siglos XV y XVI. El análisis de rayos X o de difracción en obras históricas a menudo revela la presencia de óxidos de hierro, negro vegetal o incluso restos de pigmentos residuales mezclados para componer el gris.

Algunos maestros flamencos no se limitaban a la mezcla de blanco de plomo y negro de carbón, sino que adicionaban sutiles porciones de siena para conceder un matiz más cálido al gris, reforzando la ilusión de relieve. Este método facilitaba la superposición de veladuras coloreadas, creando efectos tridimensionales de gran refinamiento.

En la restauración de obras modernas y contemporáneas, el uso de pigmentos grises sintéticos a menudo se identifica en composiciones minimalistas o abstractas, donde el gris deviene protagonista, erigiendo volúmenes geométricos o transiciones suaves de tono. Mediante análisis espectrales se detectan negros a base de hollín combinados con titanato de bario o con óxidos de cromo residual, indicando la experimentación con rellenos y aditivos. Estos datos resultan cruciales para la restauración, ya que la compatibilidad con resinas y la persistencia del tono dependen de la química subyacente.

Este papel central del gris, tanto en la historia como en el presente, ilustra su condición versátil de conector lumínico entre el blanco y el negro.

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Willem van den Berg
Ducks, a pair, ca. 1930

Estabilidad, reactividad y conservación de los pigmentos grises

La durabilidad de los pigmentos grises varía según su composición. Cuando se forman por la simple mezcla de blanco de titanio (PW6) y negro carbón (PBk7), la solidez a la luz tiende a ser alta, pues ambos componentes inorgánicos gozan de una inercia química significativa. Sin embargo, si la mezcla involucra azules orgánicos, rojos o amarillos complementarios para ajustar el matiz, es conveniente revisar la solidez individual de estos pigmentos para asegurar que el gris no sufra desvanecimientos en zonas expuestas a la radiación ultravioleta.

El pintor o el conservador valoran, pues, la ficha técnica y la clasificación de resistencia lumínica que el fabricante o la bibliografía proporcionen.

La reactividad con el medio se mantiene en niveles reducidos. La mayoría de los negros (carbón, óxido metálico) y blancos (titanio, zinc) con que se hacen los grises no generan subproductos inestables si se secan en condiciones normales. En técnicas al óleo, el peligro de craquelado surge cuando se utiliza un negro de carbón en alta proporción con un blanco de zinc, dada la fragilidad de la película que se forma. Por tanto, los catálogos especializados a veces recomiendan mezclar zinc con una fracción de titanio para equilibrar la reología de la capa pictórica y evitar microfisuras.

El almacenamiento de pigmentos grises en polvo no presenta mayores complicaciones, dado que los componentes suelen ser inertes y de toxicidad limitada. Algunos negros orgánicos pueden incorporar compuestos volátiles, pero no resultan graves si se manejan con mascarillas en espacios ventilados. Durante el barnizado final, la cantidad de disolvente o la alcalinidad del barniz no suele alterar el gris, aunque una resina amarilleada puede modificar la percepción de la neutralidad, añadiendo un matiz cálido no buscado.

En exhibiciones, la recomendación pasa por no exponer las obras con pigmentos grises en mezclas delicadas a luz solar directa sin filtros UV, sobre todo si la formulación incluyó tintes orgánicos de dudosa solidez en la mezcla.

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Alfred Stevens
Moonlight (Au clair de la lune), ca. 1885

La capacidad de estos pigmentos para atenuar o equilibrar la saturación resulta un recurso valioso en el realismo cromático. En ciertos retratos, la introducción de un gris neutro o un gris de matiz determinado sirve para suavizar las carnes y logar un equilibrio con fondos sutiles.

En paisajes y marinas, el gris domina la atmósfera de días nublados, mostrando toda su fuerza al fundirse con un color base como el azul o el verde, sin anularlo ni decolorarlo en exceso. Estas sutilezas explican por qué los pigmentos grises mantienen un rol estable en la enseñanza de la pintura y en la práctica profesional actual, constituyendo un apoyo tanto para la corrección tonal como para la producción de ambientes sobrios o introspectivos.